El sector textil argentino atraviesa una profunda crisis marcada por la caída en las ventas, el encarecimiento de los insumos y la baja competitividad frente a la importación de productos terminados. En los últimos meses, fábricas y talleres de diferentes provincias reportaron una reducción significativa en su producción, lo que generó preocupación por el posible cierre de pequeñas y medianas empresas que sostienen millas de puestos de trabajo en todo el país.
Los empresarios del rubro señalan que el incremento en los costos de la energía, la falta de financiamiento y la inestabilidad económica afectan directamente a la cadena productiva. A esto se suma el ingreso de indumentaria importado a precios más bajos, lo que pone en desventaja a la industria nacional. Como consecuencia, se han registrado suspensiones de personal, reducción de turnos laborales y una creciente incertidumbre en los polos textiles de provincias como Buenos Aires, La Rioja, Tucumán y Catamarca.
Ante este panorama, las cámaras del sector reclaman políticas activas de protección y estímulo para sostener la producción local, tales como créditos blandos, reducción de impuestos y medidas que regulan las importaciones. Desde el Gobierno, en tanto, aseguran que se evaluarán alternativas para asistir a las pymes textiles y preservar el empleo. En paralelo, organizaciones de trabajadores advierten que la crisis amenaza con profundizar la informalidad laboral, en un sector que históricamente ha sido un motor de empleo en distintas regiones del país.