La primavera se convierte en una metáfora del renacimiento personal. Así como la naturaleza florece, también nosotros nos vemos seducidos con la idea de aprovechar esta temporada como una oportunidad para crecer y renovarnos desde adentro hacia afuera. Carina Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica con más de 20 años de experiencia en salud mental, afirma que “la llegada de la primavera no solo marca un cambio en el clima y la naturaleza, sino que también puede desencadenar procesos profundamente conectados con la neurociencia y la biología del cerebro”.
Uno de los cambios más relevantes se produce gracias a la luz solar, ya que afecta nuestro ritmo circadiano, “el reloj biológico interno que regula los ciclos de sueño y vigilia –añade Castro Fumero–. A medida que la producción de melatonina disminuye con más luz diurna, muchas personas experimentan una mayor energía y menos somnolencia durante el día. Pero, además, la luz del sol estimula la producción de serotonina, ayudando a combatir la tristeza invernal y aumentando la sensación de bienestar y felicidad. Este cambio mejora nuestro estado de ánimo y energía”.