El 6 de septiembre de 1997, el mundo se detuvo mientras un millón de personas llenaban las calles de Londres para despedir a Diana Spencer, conocida cariñosamente como Lady Di, la princesa de corazones. Su trágica muerte en un accidente automovilístico en París, el 31 de agosto de 1997, conmocionó al mundo entero, pero fue su vida, marcada por su carisma, empatía y labor humanitaria, lo que dejó una huella imborrable en millones de personas.
El día de su funeral, más de dos mil millones de personas sintonizaron sus televisores para ser testigos de uno de los eventos más seguidos de la historia. Líderes mundiales, artistas, figuras públicas y gente común se reunieron para rendir homenaje a una mujer cuya bondad y autenticidad trascendían su título real. Entre los asistentes, se destacaron figuras como Elton John, quien le dedicó una emotiva versión de su canción «Candle in the Wind,» y Nelson Mandela, con quien Lady Di compartía una profunda conexión debido a su trabajo en favor de los derechos humanos.
Lady Di no solo fue una figura de la realeza; fue una defensora incansable de las causas más humanitarias. Su compromiso con los más necesitados la llevó a involucrarse activamente en la lucha contra el VIH/SIDA, en un momento en que el estigma y el miedo rodeaban la enfermedad. Rompió tabúes al ser fotografiada estrechando la mano de personas con SIDA, lo que ayudó a cambiar la percepción pública sobre la enfermedad y sus afectados.
Además, Lady Di fue una ferviente activista contra las minas antipersona. Su visita a Angola en 1997, caminando por un campo minado, se convirtió en una imagen icónica que llevó el problema a la atención mundial y, poco después de su muerte, el Tratado de Ottawa que prohibió las minas terrestres fue firmado, en gran parte gracias a su esfuerzo.
Diana Spencer no solo fue una princesa, sino una madre devota, una mujer que rompió las barreras de la monarquía para acercarse a las personas comunes, y un símbolo de compasión en todo el mundo. Su legado sigue vivo en las innumerables vidas que tocó y en la labor de sus hijos, el príncipe William y el príncipe Harry, quienes han continuado su trabajo humanitario en su honor.
El dolor por su partida fue inmenso, pero también lo fue el amor que el mundo le profesaba. Lady Di será siempre recordada como la princesa del pueblo, una mujer que usó su posición de privilegio para dar voz a los más vulnerables, y cuyo espíritu solidario continúa inspirando a generaciones enteras.