El español brilló este domingo en la superficie de césped y superó con autoridad al serbio con un contundente 6-2, 6-2 y 7-6 (4). “No sé cuál es mi límite”, expresó el ganador después de consagrarse campeón del tercer Grand Slam de la temporada por segunda vez consecutiva.
Con apenas 21 años, Carlos Alcaraz está decidido a ir por todo. La tarde londinense de la final de Wimbledon lo encontró en estado de gracia. Se impuso a Novak Djokovic, que peleaba por la doble marca de los tiempos: ser el único humano singlista ganador de 25 Grand Slams -comparte el sitial con la australiana Margaret Court- y alcanzar las ocho coronas de Roger Federer en La Catedral.
No hubo lugar ni para una ni para la otra. Alcaraz no permitió siquiera un espacio para el despliegue del serbio, quien había llegado a la definición tras desafiar a la naturaleza: 37 días después de la cirugía por un desgarro en el menisco medial de la rodilla derecha, lesión que sufriera en Roland Garros ante Francisco Cerúndolo, disputó nada menos que la final de Wimbledon. Lo hizo con 37 años. Victoria o derrota, sabía que jugaba por la historia.
Fueron dos horas y media que le valieron el cuarto título de Grand Slam a un Alcaraz que no parece avizorar una frontera para su apetito. «Soy muy competitivo y ambicioso; quiero ganar todo lo que juego, eso me impulsa y me hace afrontar cada torneo con mucha ilusión. Ver a Djokovic allá arriba y al resto de los tenistas que ganan me motiva para pelear con ellos. Quiero intentar acercarme al Big 3… soy un chico que sueña en grande”, había dicho en su última visita a Buenos Aires, en el marco del Argentina Open.
Minutos después de su cuarta consagración en un torneo grande, consultado por cuántos Grand Slams pensaba ganar, Alcaraz se sinceró: “No sé cuál es mi límite y no quiero pensarlo. Sólo quiero disfrutar de mi momento y seguir soñando. Veremos al final de mi carrera si son 25, 30, 15 o 4. Lo único que sé es que quiero disfrutar; ya veremos lo que me depara el futuro”.