RICARDO PIGLIA: PROLOGUISTA Y AMANTE INCONDICIONAL DE LA LITERATURA

El Fondo de Cultura Económica ha lanzado «Trece prólogos», un libro que reúne los textos escritos por Ricardo Piglia para la «Serie del Recienvenido», una colección que él mismo dirigió entre 2011 y 2015. Estos prólogos son un testimonio del profundo amor y compromiso de Piglia con la literatura, una pasión que lo llevaba a perderse en las páginas de un libro, incluso en situaciones tan cotidianas como un viaje en ómnibus.

La primera vez que Piglia leyó «En breve cárcel» de Sylvia Molloy fue durante un viaje a Entre Ríos. Tan absorbido estaba en la lectura que casi pierde el micro. En el prólogo de esta obra, Piglia escribe: «Cuando decimos que no podemos dejar de leer una novela es porque queremos seguir escuchando la voz que narra». Este amor incondicional por la literatura se refleja en cada uno de los prólogos compilados en este volumen.

La «Serie del Recienvenido» incluye obras de escritores como Ana Basualdo, Susana Constante, María Angélica Bosco, Libertad Demitrópulos, Germán García, C.E. Feiling, Jorge Di Paola, Miguel Briante, Norberto Soares, Héctor Libertella, Edgardo Cozarinsky y Ezequiel Martínez Estrada. Piglia no solo seleccionaba las obras por su calidad literaria, sino también por su capacidad para desviar de los cánones y ofrecer perspectivas alternativas.

Aníbal Jarkowski, en el prólogo a los prólogos, destaca cómo Piglia volvía a un trabajo familiar, ya que en sus comienzos redactaba informes de lectura y dirigía colecciones, similar a Borges con su hábito de hacer listas. Estas listas no solo representaban una fuente de ingresos para Piglia, sino también una manera de organizar su caos personal de autores y obras.

Lo más fascinante de la «Serie del Recienvenido» es que sus elecciones no seguían patrones temáticos o estéticos, sino el gusto personal de Piglia. Sus prólogos revelan una fascinación por las voces poderosas y la capacidad de los autores para experimentar y renovar géneros considerados «menores». Por ejemplo, definía «El mal menor» de Feiling no como un relato de terror, sino sobre el terror, destacando la legitimación de estos géneros en la literatura.

Piglia también se interesaba por lo marginal, iluminando figuras como Norberto Soares y Héctor Libertella. A Soares, quien escribió su ópera prima a los 50 años, lo ubicaba entre los «sabios secretos» y celebraba su obra única. De Libertella, Piglia elogiaba su trabajo conceptual y su capacidad para explorar territorios desconocidos en la ficción.

«Trece prólogos» no solo ofrece una mirada lúcida sobre la historia literaria argentina, sino que también invita a los lectores a explorar un variado menú literario. El texto que cierra el volumen, dedicado a los «Cuentos completos» de Martínez Estrada, es particularmente significativo. Aquí, Piglia narra su encuentro con Estrada y cómo éste influenció su vida y carrera literaria.

La pasión de Ricardo Piglia por la literatura iba más allá de la mera lectura; era una forma de vida. Como reflexiona Piglia al recordar su amistad con Edgardo Cozarinsky y la influencia de Manuel Puig, la literatura era el centro de una vida apasionada y ambiciosa. «Trece prólogos» es una celebración de esa vida dedicada a las letras, una invitación a todos nosotros a sumergirnos en el mundo de los libros con la misma intensidad y amor que Piglia demostró hasta el final.